En el valle de Chabasquén, donde el sol se despide,
un manto de oro y púrpura el cielo teje y mide.
Las montañas se visten de sombras violetas,
mientras el río acaricia las piedras inquietas.
El aire se impregna de aromas silvestres,
de flores de campo y de frutos terrestres.
Los pájaros cantan su melodía final,
un concierto sublime, un adiós celestial.
El sol, como un astro cansado, se oculta lento,
detrás de los cerros, su brillo violento
se transforma en suaves pinceladas de luz,
un crepúsculo mágico, un dulce Jesús.
Las nubes se incendian en tonos rojizos,
como brasas ardientes, destellos rojizos.
El cielo se pinta de naranja y carmín,
un cuadro perfecto, un final sin fin.
Y luego, la calma, el silencio profundo,
la noche que llega, cubriendo el mundo.
Las estrellas brillan con tenue fulgor,
en el valle de Chabasquén, un mágico amor.
Así atardece en este rincón llanero,
un paisaje hermoso, sincero y entero.
Un regalo divino para el alma y la vista,
el atardecer en #Chabasquén, una joya conquista.
𝗘́𝗱𝗴𝗮𝗿 𝗔𝗹𝗲𝘅𝗮𝗻𝗱𝗲𝗿 𝗠𝗼𝗿𝗮𝗹𝗲𝘀
𝗥𝗲𝗱𝗮𝗰𝗰𝗶𝗼́𝗻 | #𝗣𝗼𝗿𝘁𝘂𝗴𝘂𝗲𝘀𝗮𝗔𝗹𝗗í𝗮
La Multiplataforma informativa de #Portuguesa