El escenario electoral que hoy copa parte de la agenda política nacional con sus diferentes bemoles. Permite, sin dudas, generar ciertas reflexiones que a mi modo de ver son necesarias reflejar para el análisis y el devenir político – social de nuestros pueblos.

Por lo visto la incertidumbre acapara toda la atención. Indistintamente que existan posiciones, acciones, estrategias, tácticas, precandidatos que ofrezcan una sensación de supuesta estabilidad y certeza política en los actuales momentos. La realidad manifiesta todo lo contrario, tanto así, lo más delicado, hoy pareciera que muchos colegas políticos piensan que la audacia significa escribir rimbombantes y encogidos mensajes en las redes sociales.

Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, en su capítulo XXV, en el que aborda la influencia de la fortuna en las “cosas humanas” y el modo de “contrarrestarla” cuando las situaciones son “adversas”. La relevancia de este clásico texto para interpretar el contexto actual, es porque nos aporta luces respecto a las cualidades que debe tener el político moderno ante la fortuna.

Este autor subraya, en diferentes pasajes de su libro, que la principal virtud de un político debe ser la audacia o la acción (Pocock, 2002). Pero esta virtud es limitada ante los constantes avatares o temblores de los eventos inmediatos que derrumban todo lo levantado. Para la mayoría de los políticos, carentes de las capacidades de un gran “legislador” o “estadista” diríamos hoy, no queda más que apostar a construir el presente. Para ello la improvisación o más de lo mismo no es aconsejable.

Claro está, ese presente no puede soportarse en la carencia de un proyecto político indiferentemente el nivel en el cual se crea ejecutar, llámese gobernación u alcaldía. Acciones que se desvanecen rápidamente, sin la posibilidad de construir siquiera el presente, peor aún, muchos quieren ser candidatos por hobby, sin dirección y sin norte alguno, el propósito zacear el ego, no les importa nada, llegan al extremo de no ser autentico, se aventuran a repetir (más de lo mismo) o en su defecto reemplazar todas las costumbres y tradiciones, pero sin siquiera tener las capacidades y la claridad suficientes para proponer un nuevo orden. Sugieren cambios, pero no dicen por ningún lado como lograrlo.

El mismo Maquiavelo, señalaba, la fortuna no puede ser controlada en su totalidad, pero algo se puede hacer para evitar sus impredecibles consecuencias. Lo ejemplifica con el torrente de un río incontrolado en invierno que arrasa con todo a su paso, pero sugiere que en tiempos de calma se puede construir diques que pueden ayudar a contenerlo. De esta manera, la política tiene un margen para actuar y no solo ser un actor pasivo ante las adversidades que se presentan. Siempre hay espacio para hacer política, creerse el único o pensar que el resto se quedará de brazos cruzados, es caerse a embustes.

En atención a la reflexión de Maquiavelo para pensar nuestros tiempos. Probablemente en estos últimos veinte años de nuestro lado han sido más lo desaciertos que los aciertos, no podemos tapar el sol con un dedo. En efecto, en ese transitar a las circunstancias evolucionaron y lo más delicado y preocupante la clase política no fue capaz de cambiar su “naturaleza.”

Hoy quienes pretenden ser gobernadores, alcaldes, diputados, concejales, por desgracia siguen obviando que no hubo la previsión o capacidad de construir los diques para contener el nuevo paisaje de la sociedad venezolana, y en particular la portugueseña. En este proceso de décadas se debilitaron los diques institucionales y políticos partidarios; paralelamente, se erosionaron los ya débiles contenedores provenientes de la sociedad civil, como lo son las diferentes organizaciones ciudadanas y la familia.

Finalmente, en este contexto incierto y ante la presencia de una élite política escasa de las virtudes necesarias para construir un “nuevo orden”, sugiero optar simplemente por la prudencia. La invitación es a hacer los cambios necesarios, por hacer referencia a algunos, en el ámbito institucional, pero no desechar con ligereza la experiencia, las mejoras o el aprendizaje alcanzado hasta ahora pese a las adversidades. Obremos, diría Max Weber, con la ética de la responsabilidad y no de la convicción.

Edgar Rivero CI: 12.448.462

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