El programa de financiamiento agrícola que en su día impulsó el presidente Hugo Chávez para «levantar la producción» y alcanzar la soberanía alimentaria yace hoy en estado crítico. Lo que comenzó como una inyección masiva de créditos a través de la banca pública y privada, ha terminado en un colapso que los productores honestos y el propio Estado atribuyen a una red de corrupción generalizada que drenó los recursos y desvirtuó el objetivo inicial.
El Sueño: Creditos para Sembrar la Patria
Durante la década de los 2000, el gobierno chavista implementó una política agresiva de créditos blandos dirigidos a cooperativas, pequeños y medianos productores. El mecanismo obligaba a la banca (tanto pública como privada) a destinar hasta un 14% de su cartera de créditos a este sector prioritario. La idea era clara: reactivar el campo venezolano, reducir las importaciones de alimentos y empoderar a los actores populares de la economía.
La Pesadilla: La Estructura Perfecta para el Desfalco
Sin embargo, en la práctica, este bienintencionado programa se convirtió en el caldo de cultivo para un esquema de desvío de recursos a gran escala. Fuentes del sector agrícola y analistas económicos coinciden en señalar un modus operandi recurrente:
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«Productores» Fantasma: Surgieron numerosos «productores» mal llamados, muchos de ellos representados por asociaciones o cooperativas que existían solo en el papel.
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El Ciclo de la Estafa: Estos grupos recibían los créditos, pero en lugar de invertirlos en siembra, compraban los insumos (fertilizantes, semillas, maquinaria) para inmediatamente venderlos en el mercado negro o a precios especulativos.
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Informes Falsos y Complicidad: Luego, presentaban informes de «pérdidas» de cosechas – debido a supuestos fenómenos climáticos, plagas o sabotajes – avalados en muchos casos por la complicidad de funcionarios públicos encargados de la supervisión.
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Refinanciamiento Perpetuo: Con estos informes de «pérdidas», solicitaban y a menudo obtenían el refinanciamiento de la deuda, iniciando un nuevo ciclo de desfalco. Algunas de estas asociaciones, en realidad, se convirtieron en una suerte de banca de segundo grado, captando recursos del Estado para prestarlos a tasas usureras.
Las Consecuencia Financiamiento Agrícola en Venezuela: De la Promesa Revolucionaria a la Estafa Sistémicas: Colapso del Programa y Opulencia de los Tramposos
El resultado fue predecible: el Estado, vivió posteriormente una severa crisis fiscal, vio agotadas sus arcas en un esquema piramidal de corrupción. Los fondos no generaron la producción esperada, sino que enriquecieron ilícitamente a una casta de oportunistas.
Hoy, es común ver la opulencia de quienes se beneficiaron de aquella «era de la revolución», no por su capacidad productiva, sino por su habilidad para manipular el sistema. Mientras, los productores legítimos enfrentan una realidad cruda: «sembrar, mantener y cosechar es extremadamente caro», y el «papá Estado» ya no tiene la capacidad ni la voluntad para otorgar créditos masivos. La banca, por su parte, ha reducido drásticamente su exposición al riesgo agrícola.
Un Problema Transversal: Chavismo y Oposición Empresarial
Este análisis revela una verdad incómoda y transversal. La corrupción no fue un mal exclusivo de pequeñisomos sectores del chavismo. Empresarios y actores económicos, que hoy se alinean en la oposición y corean consignas como «Maduro Vete Ya», fueron también arquitectos y beneficiarios directos de este sistema. Muchos de ellos, «ligando que se vaya» el gobierno actual, fueron en el pasado los «empresarios disfrazados de asociaciones» que hoy muestran abiertamente los beneficios de aquella época.
Un Campo Sembrado de Desconfianza
El colapso del programa de financiamiento agrícola es más que el fracaso de una política pública; es el síntoma de una enfermedad sistémica: la corrupción como modelo. La estafa no solo acabó con un programa, sino con la confianza y la capacidad productiva de una nación. El campo venezolano queda hoy atrapado entre el altísimo costo de producir, la ausencia de crédito formal y el legado de una estructura de desvío que, como un fantasma, sigue impidiendo que Venezuela vuelva a sembrar su propio futuro.
Edgar Alexander Morales