
En un momento en el que el mundo avanza hacia prácticas agrícolas más sostenibles y regenerativas, persisten en nuestro territorio métodos que no solo degradan los suelos, sino que también afectan gravemente la salud de las comunidades y el equilibrio de los ecosistemas. Un ejemplo claro de esto es la quema de cultivos de caña como práctica previa a la cosecha, una acción que, aunque podría justificarse desde una perspectiva económica, tiene un costo ambiental y social incalculable.
En el Estado Portuguesa, particularmente en los municipios de Páez y Araure, los datos oficiales de salud revelan un preocupante aumento en los casos de afecciones respiratorias, especialmente en niños, ancianos y personas vulnerables. Estas cifras no solo representan un daño humano irreparable, sino también una carga económica significativa para las familias y para la red de salud pública. Además, la quema de cañaverales, como el reciente caso ocurrido en Agua Blanca, tiene un impacto devastador en los ecosistemas locales: destruye la flora y la fauna, reduce la biodiversidad del suelo y compromete su productividad a largo plazo.
Este tipo de prácticas, impulsadas por la maximización de ganancias a corto plazo, son incompatibles con los principios de la agricultura regenerativa, que busca restaurar y mantener la salud de los suelos, proteger los recursos naturales y garantizar la sostenibilidad de la producción agrícola. La muerte de los ecosistemas y el daño a la salud pública son consecuencias que no pueden seguir siendo ignoradas.
Es urgente que todos los actores involucrados —gremios agrícolas, comunas, consejos municipales y el Consejo Legislativo— reflexionen de manera colectiva sobre el impacto actual y futuro de estas prácticas. Es necesario implementar medidas concretas, como la imposición de multas, impuestos ambientales y, en última instancia, la prohibición de métodos que degradan el ambiente y perjudican a la población.
La agricultura regenerativa no es solo una alternativa, sino una obligación si queremos garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones. Es momento de actuar con responsabilidad y compromiso, priorizando el bienestar de las personas y del planeta sobre los intereses económicos inmediatos. El caso de Agua Blanca debe servir como un llamado de atención para cambiar el rumbo y adoptar prácticas que respeten la vida en todas sus formas.
¡Por una agricultura que regenera, no que destruye!
Édgar Alexánder Morales
