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Comienzo hoy mi columna, con la afirmación parcial de Martín Luther King, cuando dijo que ante los abusos a la humanidad por los malos. preocupaba más el silencio de los buenos.


La indiferencia manifiesta que se ha venido consolidando como sistema social, tiene una génesis en esta lamentable fórmula que se impone en el mundo.


Esta indolencia ante las realidades que nos circundan, se ve cubierta por toda una maquinaria comunicacional y nos lleva a vivir el metaverso cibernético de que todo está bien.


Nada está bien, cuando el Planeta reclama su defensa y actúa en respuesta a esta gran crisis climática, que se ha diluido en el tiempo a simples citas turísticas de los sistemas a las Cumbres convocadas a tal fin.


Leemos y vemos sendos discursos plausibles pero utópicos en su esencia. Nada puede estar bien, cuando se aboga por Derechos de igualdad sin atender antes a las necesidades supremas del hambre y miseria cada día avasallante y escondida entre las grandes estructuras y edificaciones, los adelantos de Tesla, con autos eléctricos que se conducen solos y que igualmente enloquecen y dejan rastro de lo que parodijicamente transforman en su autodestrucción.
El efecto Bad Bunny, con el que ilustramos nuestra columna, se manifiesta en todos los aspectos de la vida en el mundo y por supuesto en nuestro país. Ese efecto que nace de unas letras inverosímiles, soeces y contra toda moral, avisora lo enunciado por un cantante vacío de voz, sin buena pronunciación, pero como el flautista de Hamelin, ignotiza a un gran número de jóvenes y adultos. Allí nuevamente, la industria comunicacional instaurada como primer poder del mundo, viene y hace su trabajo de reafirmación ante lo mediocre y chabacano.


Este efecto Bad Bunny, se viste de gala logrando reconocimiento de premios internacionales y la consecuente reafirmación de un status que había pertenecido a otros grandes artistas en el tiempo.


Allí volvemos a ver y aceptar como bueno lo que no lo es. No puede estar bien que estas formas diabólicas se paseen en nuestras casas rompiéndose aún más el deslastre de la familia por una sociedad que no conoce la educación moral y el respeto.


Lo ocurrido en Valencia, en el marco de una gran fiesta montada para diversión de la familia, culminó con un cierre de este ejemplo del triste efecto Bad Bunny. Estos inmorales que con sus actos ya han sido imputados merecidamente (aplausos al Fiscal General), pues solo respondían a esas canciones que conjugan el libertinaje chabacano del sexo con alcohol y drogas. He allí y en otras formas este carácter de bonches y bochinches.


Hay que dar el ejemplo, tanto como padres o como funcionarios que rigen destinos de Estado, estados y municipios. Hay que cuidar lo que se dice y se hace, porque de allí devienen consecuencias que no son medidas por quienes aluden a que todo debe ser rumba y placer.


El efecto Bad Bunny lograremos eliminarlo si lo eliminamos, podrían prohibirse eventuales presentaciones de este siniestro personaje y por supuesto que las autoridades nacionales prohiban su música. Eso es competencia de la salud de nuestro pueblo y marcaríamos un hito ante tanta desverguenza. De los contrario, los buenos seguiremos en silencio y los malos cometiendo sus abusos. Digamos no a Bad Bunny con la indiferencia.

Rafael García González

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