
Algunas actitudes evidenciadas en los últimos tiempos en nuestra cotidiana vida venezolana, han venido dando cuenta de lo relevante en cuanto a rasgos del resentimiento en el comportamiento del venezolano de la nueva era.
Hay sobrados ejemplos dónde encontramos esta anomalía social, la cual podemos evidenciar en aquella historia vivida en la Grecia antigua, cuando al inicio de los Juegos celebrados en honor al Olimpo, se encontraba un corredor de decatlón ya en su última fase de la carrera de distancia; siendo el favorito de la prueba por su aptitud natural y gran despliegue atlético, pero justamente cuando apenas faltaban metros para finiquitar la carrera tuvo que detenerse porque el cansancio lo venció, viendo cómo quien había estado de segundo lugar logró la gran victoria final. Allí toda la gente evidenciaba vítores y alegorías a favor del campeón, aquel que había vencido con destreza y pundonor en la justa atlética.
Se le dio su corona de laureles y fueron rendidos los honores de ganador. El otrora vencido veía indignado y lleno de ira como haber perdido lo llenaba de recelo y dónde quiera que iba todos hablaban del triunfo del campeón, relegándolo a su desdicha de perdedor. Tanto fue así, que no solo el ganador se llevó todos los mejores comentarios y premios otorgados, sino qué adicionalmente se ordenó hacerle una estatua en su honor. Para colmo de circunstancias, esta estatua quedaba justamente en el camino que diariamente el vencido debía transitar, quien con su soberbia e ira nunca aceptó la derrota. Al estar lista la estatua, el vencido todos los días de noche cuando no había nadie se ponía con un cincel a darle al pie de la estatua para dañarla, lo cual no lograba dada la dureza de la piedra y lo bien hecho de la talla. Empero, fue tanto su tesón que un día, dándole como todas las noches al pie de la estatua, logró que ésta se desequilibrara y cayera del pedestal, con tan mala suerte que se vino sobre si aplastándolo y muriendo allí en el preciso lugar de su infelicidad.
Muchos comentaron la muerte del otrora campeón al pie la de la estatua del flamante nuevo héroe; a él no le erigieron ninguna estatua y para algunos había muerto ese día de la caída por el aplastamiento; pero para otros, su muerte había ocurrido desde antes, justo en el momento en que se venció a sí mismo y dejó que la ira y el odio se llenaran en su mente y espíritu.
Murió de resentimiento en vez de haber apostado a la superación interior.
Hay quienes han tenido vidas de sufrimiento y de duros momentos y se llenan del mismo odio en contra de rivales inventados en su mente, sin saber que la solución a su mal es su propia superación.
Hemos visto durante bastante tiempo, como la mediocridad de muchos se ha venido imponiendo en esa carrera del éxito, y vemos también que muchos de los peores han logrado vencer en la carrera y tienen no solo estatuas en sus casas, sino buenas camionetas importadas y lujos mal habidos, lo que para muchos genera otro sentimiento marcado como lo es la envidia; pero aquellos que a pesar de esos logros obscuros no han sobrepasado su resentimiento por quienes en la humildad del trabajo constante y decente logran su ubicación en lo social. Tienen un puesto ganado a pundonor y sin quejas, lo cual hace que el resentido permanezca todas las noches con su cincel a cuestas.
Nuestro país y su cultura se desdeña en esta nueva suerte de venezolanos sin valores, a quienes les da igual ser justos o corruptos, prefiriendo lo fácil al menor precio posible. Se quiere ser gerente o jefe a costa de lo que sea.
El poder o su cuota limosnera supone el éxito deseado. La humildad queda de soslayo ante un país que reclama principios y ética.
Un país donde el más hábil es quien mas aligera su corrupción.
La responsabilidad del Estado está vinculada a esta situación social, debido a su destiempo en la aplicación de la Ley y su peso.
Se castiga como siempre al más pendejo, pero aquellos que dentro del resentimiento se juntan con el poder, no son tocados. Ni mano de hierro ni ninguna otra logran poner el freno a las acciones que en muchos casos son permisivas y que al final se les quiere poner coto pero con el castigo de los de abajo sin que exista o se vea castigo para quienes en verdad han hecho un gran negocio con su resentimiento social.
Se acabaron los programas de aprender a leer y escribir, las misiones educativas han quedado en el olvido, se forman a estudiantes sin formación de estudio real y sin valores de conciencia profesional; de allí que veamos ahora tan acelarado desgaste de jóvenes que ya no desean estudiar ni generar esfuerzo en el conocimiento. El ideal actual es enchufarse y lograr riqueza al precio que sea.
Esto debe llamar a la reflexión por quienes hacen el desarrollo del Estado. Ya no es suficiente el enfoque de ayuda al necesitado; debemos revertir la cultura del facilismo y del mínimo esfuerzo.
Hay que dar ejemplo pero de verdad; sino veremos muchas estatuas caer sobre los resentidos.
Rafael García González
Cédula 5.949.456
