No pocas veces la desventura acaricia las almas cercanas al lado oscuro de la vida. Ese espacio sumergido en el Gehena trae consigo apareada en su talle, una consecuencia en lo humano.
De allí las tragedias contadas en la historia y que rememoran esas psiquis perversas que llevan al poder. Ha sido tema de análisis y de teorías filosóficas del hombre bueno o malo como manifestación creadora del avasallamiento de los débiles por los fuertes. Hasta Darwin en su teoría de la creación, apunta a aquel aforismo de que el pez grande se come al más pequeño.
El ser humano no escapa de esta condición natural de supervivencia, pero más allá de ella la transforma a su modo y conveniencia. Insacula su realidad del mal desde su costilla, simulando la creación bíblica de la mujer; y aunque debo aclarar que no hay identidad en este símil y la creación más grande y sublime de la naturaleza; la mujer es la antítesis de lo malo. En ella convergen la esencia de la vida, la profundidad del amor, la creación del Mundo y el nacimiento de la vida; de allí que solo a título figurativo referimos lo señalado. De hecho, este domingo estamos celebrando el día Internacional de las Madres, y por ende extendemos a ellas el fervor del verbo de cariño, amor y respeto a la institución más fuerte de nuestros tiempos. Son las madres el tesoro escondido de la vida y toca a cada uno atesorarlo y darle nuestras mejores loas no solo en su día, sino el agradecimiento eterno por la vida.
Aclarada esta pequeña digresión, centramos nuestro tema en la tragedia Shakespeariana de la ambición y el poder.
MACBETH y Lady Macbeth conjugan los sentimientos de maldad que llegan hasta la muerte por la ambición del mando; ese sentimiento mezquino y de envidia maligna de dominar y obtener el poder. Es una historia cargada de efectos psíquicos y sociales o asociales, que llevan a la más terrible de las situaciones del hombre, la ambición, y sobre ella todos los efectos de que el fin justifica los medios.
Obra que data de los años 1600, (se dice que fue escrita en 1606 y publicada en 1623), pero que a la sazón observamos como a través de ese tiempo ha subsistido. Allí, su autor desborda la duda de Hamlet y la lleva a la temeridad del objetivo. Así vemos cómo en nuestro entorno político actual de nuestro país, en muchos ejemplos ha habido la traición y las ansias de poder.
Basta ver la procreación del odio y el oficio del desaliento, la desorientación y división de la gente y la transformación hacia preferir lo malo.
La tragedia medieval traspolada a nuestros días, bajo la égida de agentes externos que la nutren y reformulan.
El poder de los más malos, alguien alguna vez dijo “los buenos somos más”, pero la realidad de los días refleja lo contrario. El clamor de la solidaridad desaparecida entre los venezolanos, llega a conocer a ese nuevo ser en nuestra historia patria. Un venezolano a quien solo le importa su entorno y antipatriotismo, dibujado bajo la esencia de una nueva flojera al conocimiento y las virtudes de los valores. Es ese mismo venezolano que cobra más por los precios establecidos, es ese que abulta o redondea el cambio de la moneda a la hora de cobrar, el que imbuido en su ambición mercadea productos alimenticios vencidos o de mala calidad, es el mismo que al llegar a un cargo de jerarquía solo piensa en ver qué puede robar y va más allá del “cuánto hay pa eso”, para transformarlo en el “eso es pa mi”. Es la creación de la tragedia venezolana a partir de un criterio socialista que no es tal; de aquellos conceptos cepalistas de los ‘60, que dieron al traste con la guerra fría. Son parte de esos factores externos que idolatran el desorden y el derroche.
MACBETH ahora se llama “enchufado”, y ya no desea asesinar al Monarca, es cuidador de su existencia para auto beneficiarse en una Venezuela de negocios y traición.
Mientras tanto, seguimos expectantes ante realidades mágicas que superan a García Márquez. El relato apenas es una quimera que suplica la vuelta a los valores y principios de una sociedad que agoniza pero que se resiste a sucumbir, ante la mirada impasible de la vuelta a la Patria de nuestros Pérez Bonalde, en esa hora de regresos y en esa hora de turnarse.

Rafael García González

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