La figura icónica de Jesucristo en la historia es sin duda, relevante. A través de su vasto peregrinar recogido en las escrituras de la Biblia cristiana, podemos leer y abrevar interesantes pasajes de su inteligencia y vida milagrosa, hasta llegar a esa muerte que nos salvará al final de los días.
Sin ánimos de ser un profundo conocedor de estas interpretaciones bíblicas, y sobre todo ante la insensatez de algunos de llamarlo “antiimperialista”, o que era palestino y por eso odiaba a los judios; pues está claro que Jesús murió siendo el Rey de los Judios.
En su cruz, insertaron una tabla con una inscripción que se lee:
I. N. R. I.; del latín “Iesus Nazarenus Rex Iudæorum” y que traduce: “Jesús de Nazaret Rey de los Judios”. Adicionalmente, para el tiempo en que Jesus viene al mundo, nace en Judea, que es una colonia del entonces Imperio Romano en tiempos de Nerón; por lo que por nacimiento, si nació en Judea era judio. Así que no hay duda histórica de esa naturaleza propia analizada; y no la errónea creación de que nació en Palestina, solo porque hoy Belen (antigua Judea), se encuentra geográficamente dentro de los límites de ese Estado. Así mismo, Palestina es una denominación que fue dada por el Emperador Adriano más de 100 años después de la muerte de Jesucristo, lo que hace entonces de plano que nunca fue palestino.
Esta distinción no es para atacar o defender a ninguno de los bandos hoy imbuidos en esa eterna disputa que lleva ya una semana de lamentables acontecimientos bélicos; solo quiero establecer con circunstancias históricas verificables, las imprecisiones que a ratos suelen discutirse sobre este aspecto, sobre todo por estar en boga toda esta calamidad mundial que esperemos se detenga lo más pronto posible.
Volviendo al tema in comento, podemos acotar así mismo, que si de algo quedó claro en las santas escrituras, es que Jesus no odió ni a los mercaderes del templo, y menos aún al Imperio Romano, al cual respetó y reconoció su investidura en la tierra.
Recordemos pasajes reiterados, por su uso incluso en conversaciones personales, cuando decimos “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”; pues ella tiene su origen en esa respuesta maravillosa que Jesús profirió cuando fue increpado sobre si consideraba justo pagar impuestos al Imperio Romano, respondiendo exactamente con esa sabiduría proveniente de su antecesor Salomón, lo cual hace relevante, no solo que no se oponía a esa obligación frente al Estado, sino que evidenciaba su respeto por la autoridad de ese Imperio en aquellos días. Así mismo, cuando fue sometido a juicio por Pilatos, fue interrogado si él era el Rey de los Judios, y dijo que si lo era; y posteriormente Pilatos dijo: “Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. (Juan, 18-38). De manera que ante tan elocuente respuesta, el Procunsul Romano no vio en él ninguna afrenta contra el Imperio, y menos aún que hubiesen cargos por sedición como bien establecían sus acusadores. Lo demás, pues ya es historia con lavada de manos incluida.
He hecho comentario de estos argumentos bíblicos para de allí establecer que Jesucristo no vino a ser revolucionario en contra del sistema político o de alguna lucha social como ha querido hacerse ver en diferentes comentarios de connotados oficialistas y con mayor precisión de nuestro Presidente constitucional. Respeto las creencias y verdades de cada quien; empero, no se puede cambiar la historia para favorecer una idea. La existencia y presencia de Jesús en la Tierra, está claramente evidenciada en su verdad e infinita pureza del amor y la paz; jamás podría estar entendida en el odio y enfrentamiento como ha querido ser usado su nombre. Quizás no soy el más indicado moralmente para hablar de Jesucristo, pero el colmo de la desfachatez que se diga que tenía esencia revolucionaria o de guerrero enviado a usar las armas para defender al desposeído, pues creo que no. Creo que la responsabilidad de la comunicación de masas debe tener respeto de la historia, y más si ésta está escrita en letras santas.
Jesús no fue antiimperialista porque no luchó contra ningún imperio como si lo hicieron otros grandes de la historia como Leónidas en Esparta, Carlo Magno, Julio César, Napoleón, etc.; y en nuestra América Miranda, Bolivar, Santander, San Martín, O’Higgins, entre otros. Estos guerreros si fueron antiimperialistas y transformadores de realidades en cada uno de ideales de grandeza. Jesucristo, sencillamente lideró los designios del Dios padre. Jamás se vió o se ha leído que movilizó sus apóstoles para levantar armas en contra de ningún sistema político, menos aún puede señalársele de agitador de oficio o pintagrafitis de sublevación. Considero que esta historia es harto conocida por todos y nadie puede reinventarse ideas más allá de lo qué hay. No puede permitirse que el nombre de Jesucristo sea politizado como se suele hacer para acceder a las masas creyentes. Así que ni era palestino, no era antiimperialista y menos aún lo mataron los españoles. De ellos, solo recordemos un pasaje de Cervantes, donde Sancho es premiado como gobernador de una ínsula y éste les expresa lo siguiente: «… es mi intención limpiar esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabonda, holgazana y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente balda y perezosa es en la república lo mismo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen.»

Rafael García González. 13/10/23

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