
Frederick Jackson Turner es un historiador estadounidense que creó el concepto de frontera y glorificó la conquista del Lejano Oeste. Para Turner la sociedad norteamericana nace de este concepto cuando cada vez que se expandía en su territorio el hombre creaba instituciones y a la vez se transformaba naciendo así la identidad norteamericana en el reto de la conquista de un ambiente inhóspito, extraño y salvaje para los colonos. De allí que Turner dice que sería un mal profeta quien afirmase que ya ha cesado enteramente el carácter expansivo de la vida americana y a no ser que ese entrenamiento no tenga efecto alguno sobre un pueblo, la energía americana seguirá exigiendo constantemente un campo más amplio para su ejercicio. George Washington al contemplar la expansión de los colonos hacia el Medio y Lejano Oeste la llamo como “…el extenso y valioso comercio de un Imperio naciente.” En efecto, se trataba de la conquista y la expansión, el arrebato al otro, el genocidio y la imposición, pero a la vez, tal como señala Turner y a la vista del conquistador “…cada frontera proporcionó ciertamente un nuevo campo de oportunidad; la frontera se ha visto acompañada por una frescura, una confianza y un desprecio por la vieja sociedad”. Sin embargo, Turner en 1929 certificó que al cabo de cien años de vida constitucional, la frontera ha desaparecido y con su desaparición se ha cerrado el primer período de la historia americana.
En el discurso de toma de posesión como Presidente de EEUU, Donald Trump, textualmente y casi que parafraseando a Turner dijo: “Por encima de todo, mi mensaje a los estadounidenses en el día de hoy es que es hora de volver actuar con valentía, con vigor y con la vitalidad de la civilización más grande de la historia. Así Estados Unidos volverá a considerarse como una nación que crece, donde aumenta nuestra riqueza, donde ampliamos nuestro territorio y donde llevamos nuestra bandera a horizontes nuevos y bonitos El espíritu de las fronteras está grabado en nuestros corazones. La llamada de la siguiente gran aventura resuena dentro de nuestras almas”. Con estas palabras Trump ha decidido abrir una nueva fase de expansión en lo territorial, no solo en lo comercial, tecnológico, ideológico y militar. Ya ha trazado la ruta: 1.- La frontera Norte con Alaska, Canadá, Groenlandia y el Círculo Polar Artico. Zona rica en oro, petróleo, gas y minerales estratégicos. Esta frontera la vincula a todo el norte de Rusia. 2.- La frontera Sur con el Golfo de México rico en petróleo y el Canal de Panamá donde EEUU representa el 70% de la carga marítima que pasa por allí. Por esta ruta trazada Trump ha osado decir que tienen la mayor cantidad de petróleo y gas de la Tierra y a la vez lanza un objetivo que toca a la OPEP Plus: “ Vamos a reducir los precios. Vamos a llenar nuestras reservas estratégicas de nuevo hasta arriba del todo y vamos a exportar la energía de Estados Unidos a todo el mundo”. Comprar petróleo y gas barato y venderlo al Mundo como hacen en Europa.
Más allá del manejo de sus crisis internas y de la creación de un nuevo consenso que despeje el peligro de la ingobernabilidad interna descrito así: “ Nuestro Gobierno no puede gestionar una sencilla crisis aquí en casa y seguimos entrando en un catálogo catastrófico de eventos en el extranjero…” , la edad de oro anunciada por Trump es la apertura de un nuevo período de expansión de la frontera que haga posible su sentencia de que “el declive de Estados Unidos ha terminado”. Con esta añosa idea imperial, la movilidad de la frontera es un culto a la violencia, a la captura de algo que pertenece a otro, tal como lo describe en su libro Richard Slotkin, Regeneración a través de la violencia: la mitología de la frontera americana (1600-1860). En consecuencia, la revolución del sentido común americano es la idealización del movimiento de la frontera, eso está en el alma y en la identidad nacional con toda la carga de violencia que significa.
