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En el imaginario colectivo de los habitantes de las ciudades gemelas, aún resuena el característico sonido de la campanilla que se accionaba con un cable en el techo para pedir la parada. Eran los tiempos de los autobuses de la ruta «Amaral», un ícono del transporte público de los años 80 y 90 que hoy vive sólo en el recuerdo y en las anécdotas de quienes los usaron.⁣

Con sus inconfundibles colores rojo y blanco, los «Amarales» fueron durante décadas las venas que conectaban Acarigua y Araure. Su servicio era parte de la rutina diaria de estudiantes, trabajadores y amas de casa. El costo del pasaje, que muchos recuerdan con cariño, era de 0,25 céntimos para los estudiantes –quienes a veces utilizaban unos tiques especiales– y de 0,50 céntimos para la tarifa regular.⁣

Eran unos autobuses con personalidad propia. Unos estaban en buenas condiciones, otros más regulares, pero todos cumplían su función. Sus asientos, rojos y de fibra, no eran lujosos, pero eran testigos mudos de miles de conversaciones y trayectos apresurados.⁣

Un detalle que marcaba la diferencia para los más jóvenes era el marcador de pasajeros, una curiosidad tecnológica para la época que fascinaba a los niños. El servicio se extendía hasta las 9:00 de la noche, un horario que estructuraba la vida social y laboral de muchos.⁣

El ocaso de una era⁣

Con el paso de los años, al igual que otras rutas legendarias como los colectivos Villa Araure –que llegaban hasta Río Acarigua– o la ruta de las Gemelas, los «Amarales» comenzaron a desaparecer del paisaje urbano. El destino final de muchas de estas unidades no fue el desguace, sino un nuevo comienzo en otras ciudades. Se tiene conocimiento de que varios de estos autobuses fueron vendidos a rutas de Valencia y Guacara, en el estado Carabobo, llevando consigo un pedazo de la historia portugueseña.⁣

Su partida marcó el final de una época, un «tiempos aquellos» donde la dinámica entre el conductor y el pasajero era más directa y hasta más mecánica, simbolizada por ese cordel que, al tirarse, producía un timbre que significaba «¡alto, mi parada!».⁣

Aunque el progreso y nuevas formas de movilidad llegaron, la imagen del Autobús Amaral, junto a su homólogo el Autobús Azul de Durigua, permanece intacta en la memoria afectiva de la región, como un símbolo de un tiempo más simple y de una comunidad unida por el traqueteo constante sobre el asfalto.⁣

 

Edgar Alexander Morales

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