En un mundo donde Superman vuela sobre nuestras cabezas, proclamando la libertad y la justicia, es fácil perderse en el relato heroico que nos venden las grandes potencias. Sin embargo, a medida que miro a mi alrededor, me doy cuenta de que la defensa de la libertad no ha sido más que un velo que oculta la realidad de las injusticias y los abusos perpetrados contra los países del tercer mundo, especialmente Venezuela. Porque, claro, para algo debe servir la mierda en este mundo como decía en su prosa el cantautor del pueblo venezolano Alí Primera.
Desde el auge del colonialismo hasta las intervenciones militares en la actualidad, las grandes potencias han labrado un legado de opresión. Cada acción, cada decisión política, ha sido una herramienta para mantener el statu quo que beneficia a una élite en lugar de a las masas. Sino vean al decadente gobierno gringo, reconociendo al viejito bonachón como ganador de las lecciones de 28Juk.
Para estas potencias, la libertad de un pequeño grupo es más valorada que la dignidad de millones, sino pregúntenle a los palestinos, sirios, libaneses, cubanos, nicaraguenses, etcétera.. Y a menudo, esto se justifica con el argumento de que están «librando» al mundo de regímenes autoritarios, mientras que en realidad están imponiendo sus propias agendas.
La libertad que defiende Superman, ese ideal de justicia y equidad, se convierte en una falacia cuando se observa cómo se manipulan y explotan los recursos de los países más vulnerables. Por ejemplo, en Latinoamérica, muchas veces hemos visto cómo se utilizan intervenciones militares bajo el pretexto de la «libertad» para derrocar gobiernos que no se alinean con los intereses de las potencias occidentales. Estas acciones no solo destruyen economías y desestabilizan regiones, sino que también perpetúan ciclos de violencia y pobreza.
Es en este contexto que la famosa frase «para algo debe servir la mierda en este mundo» cobra sentido. La mierda, en su naturaleza cruda, puede ser vista como un símbolo de descomposición, pero también como un fertilizante necesario para el crecimiento. En un mundo plagado de injusticias, es fundamental reconocer que también hay lecciones valiosas que aprender del sufrimiento y la opresión. Las comunidades que han resistido a la explotación han cultivado una resiliencia notable y, en muchas ocasiones, se han organizado para transformar su lucha en algo significativo.
A través de la historia reciente, hemos visto cómo los movimientos sociales en el tercer mundo han surgido como respuestas poderosas a las injusticias. La lucha por la soberanía, la autodeterminación y los derechos humanos se han convertido en estandartes de resistencia. La libertad que defiende Superman es la misma que estas comunidades claman en sus propias voces, desafiando el discurso hegemónico que pretende silenciarlas.
En conclusión, al aprender a «cagarnos» en la libertad que Superman defiende, comenzamos a ver más allá del idealismo simplista y nos enfrentamos a la dura realidad de las injusticias globales. Reconocer que la mierda tiene su lugar en este mundo nos invita a cuestionar los narrativas dominantes y a luchar por una verdadera libertad que incluya a todos, no solo a aquellos que ya gozan de privilegios. La lucha por la justicia y por un mundo más equitativo debe ser alimentada por la sabiduría que surge del sufrimiento, en lugar de ser eclipsada por las promesas vacías de un héroe lejano.
𝗘́𝗱𝗴𝗮𝗿 𝗔𝗹𝗲𝘅𝗮𝗻𝗱𝗲𝗿 𝗠𝗼𝗿𝗮𝗹𝗲𝘀
𝗣𝗲𝗿𝗶𝗼𝗱𝗶𝘀𝘁𝗮 | 𝗖𝗘𝗢 𝗣𝗼𝗿𝘁𝘂𝗴𝘂𝗲𝘀𝗮 𝗔𝗹 𝗗í𝗮