Con la Corte Penal Internacional enganchada en el cuello de Nicolás Maduro, el régimen hace esfuerzos por lavarse la cara, pero indudablemente que con el sol de espaldas, repiten hasta el cansancio que Venezuela se está arreglando, hacen gracias y le salen estos autorretratos que avergüenzan a todo un país, frente al mundo y debe preocuparnos a todos.


Hace meses leía, a un angustiado amigo, el poeta Juan Ramón Guzmán, clamando por la intervención del Estado en el esclarecimiento de la extraña desaparición de Carlos Lanz, temiendo un complot, quizás de la derecha, en ese que hoy conocemos como un tenebroso crimen, que si no hubiese sucedido tan cerca, uno creyera lejano, ilógico, irracional y de una alocada imaginación para un guion criminal. No, fue verdad. Y la sociedad no parece horrorizarse frente al hecho, porque estamos tan insensibles, ante una realidad que no nos asombra, preocupados como estamos, por las necesidades más urgentes, las más elementales.
Un país cuyas instituciones vienen deteriorándose en estos 22 años de destrucción, que anuncia que la economía se va a recuperar un 5 por ciento, después de diez años con pésimos índices nunca vistos en su historia republicana, debido a la confiscación de miles de empresas y siete millones de hectáreas productivas, causando un daño irreversible al producto interno bruto, con una inflación que llevó a quitarle catorce ceros a la moneda, que arrasó con los ahorros de vida y el valor de la pensión y del salario, que empobreció a la clase media, casi a punto de extinción y mantuvo limosnas a la clase de menos recursos, que es la inmensa mayoría nacional, con una pobreza que roza el 87 por ciento de su población. Un país, donde el uno por ciento de sus habitantes, sin meter a los casi 8 millones de connacionales que han tenido que emigrar primordialmente, por razones meramente de subsistencia, es el que puede acudir a conciertos, abrir bodegones, tener franquicias de farmacias, llenan los restaurantes finos y tiendas de marcas, frente a un altísimo porcentaje que camina por las calles, hace las colas de la gasolina subsidiada, yace de mengua en los hospitales, a donde tiene que llevar para el paciente hasta el mínimo insumo, mientras los gobernantes hacen fiestas con los negociados por las obras de infraestructura, pero nada mitigan el sufrimiento del ser humano.
A este régimen, como en Cuba, Nicaragua, Corea del Norte y hasta la poderosa e inclemente Rusia, le importa un carajo eso que pregonaban de que la persona sería el centro de su gobierno, porque privan los intereses de mafias, bandas y el pranato internacional al que pertenecen. No sé si han dado cuenta, que el crecimiento delictivo ha venido presionando para que se visibilizarse nuevamente, no en momentos noticiosos como el Coqui, el Tren de Aragua, los pranes o aquella banda terrible que no sé si aún actúa en Guárico, sino en los robos, atracos, asesinatos, agresiones sexuales. Torturas, asesinatos, detenciones de activistas, el hambre, la pobreza y el éxodo, siguen en “la normalización” de Venezuela. Hay más presos militares que civiles. Hay una parte del auge delictivo que en estas etapas de crisis económica, es culpa del hambre, de la impotencia de gente que no tiene que llevarle comida a sus hijos, mientras desde las altas esferas del poder, la opulencia, el cinismo y la riqueza, muestran antivalores que se van adentrando en el espíritu nacional. Y quizás en eso, todos seamos responsables, así como lo expresara el célebre escritor trujillano Mario Briceño Iragorry: “Nosotros, por no poseer una tradición vigorosa, carecemos de la fuerza mágica que pueda poner en espantada a los filibusteros que vienen destruyendo, con ayuda doméstica, el vigor económico, el vigor político y el vigor moral de la patria venezolana”.
El atroz asesinato de Carlos Lanz es un vivo retrato de la pudrición del régimen, donde las riquezas mal habidas crean una patente de corso, con lo que se pudiera todo. Es verdad que Delcy dijera que esta manera de gobernar es la venganza por lo que hicieron con su padre. Es verdad que la dictadura de Maduro aplaude y defiende la inmoral y asesina invasión a Ucrania. Vimos como Iris Varela le pegaba a un periodista en pleno programa televisivo y amenaza a quien le da la gana. Es verdad que el difunto le sacaba a la madre quien le diera la gana. Vimos morir en su ley a Franklin Brito peleando por sus tierras despojadas, Hemos visto caer a los jóvenes en asfalto asesinados por las fuerzas de seguridad del socialismo del siglo XXI. Y así pudiéramos enumerar miles de ejemplos que una élite bandida compró y practica cotidianamente, Es verdad que Carlos Lanz, junto al padre de Jorge Rodríguez, participaron en el secuestro de William Niehous hace varias décadas y en otros supuestos hechos delictivos, en nombre del sueño socialista. Pero nadie merece morirse así.

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