
Marc Márquez sigue poniendo tierra de por medio en el Mundial de MotoGP, y ya nadie le tiene a tiro en la tabla después de su inapelable victoria en el GP de Italia, en uno de los circuitos que peor se le dieron históricamente al ocho veces campeón del mundo. Rumbo al noveno entorchado, el líder del Mundial firmó otra carrera magnífica en Mugello después de contemporizar y no arrugarse en el precioso duelo de inicio junto a su compañero Pecco Bagnaia y su hermano Álex, finalmente segundo en otro doblete de ensueño para la familia de campeones. Desde 2014, el prodigio de Cervera no vencía en el trazado, donde precisamente consiguió su primer triunfo mundialista en 2010, cuando tenía 17 años.
El 93 dio otra lección de velocidad y madurez sin parangón en la parrilla, más completo que nunca a sus 32 tacos, inagotable el talento natural que le ha llevado a cosechar 100 pole position y 93 triunfos a lo largo de su trayectoria. En las celebraciones, desechó su bandera personalizada y quiso lucir una de Ducati Corse en el gran premio de casa para la fábrica de Bolonia, otra señal de paz en dirección a los tifosi italianos, todavía divididos entre los aplausos y los pitos, herencia de su rivalidad con Valentino Rossi. Plantó la bandera en cuestión en la curva de los ducatisti, esa sí entregada al nuevo referente de la marca de Borgo Panigale. “Ganar aquí es un sentimiento magnífico, llevar el rojo en este circuito es precioso. Era importante para Ducati y para mí, porque me siento parte de esta familia”, explicó el ganador.