La transculturización humana influyó en la historia de manera determinante. Desde los primeros invasores o dominadores de guerras, llegaban y se posesionaban en sus triunfos de feudos y riquezas de los vencidos. Intrínsecamente quedaban en ellos sus costumbres y modos de vida; la cultura era un bien arraigado que protegía razones de los orígenes de cada sociedad. En esas épocas, esos procesos eran lentos y estaban seguidos por sistemas de ideología del dominante sobre el vencido. Se obligaba mediante la sumisión y la esclavitud y de esta forma se preservaba el futuro del poder y la riqueza.
El estudio y modo del pensamiento avanzaba en pro de las estrategias y así se dió paso a entender los sistemas de la guerra. Sun Tzu, visualizó ese arte y dejó un manual usado desde los primeros tiempos habiendo sido escritos mucho antes de la venida de Jesús.
“Divide y Vencerás” atribuido muchas veces al no menos célebre Maquiavelo, deviene de ese filósofo Chino. En esta matriz de escenario, sin duda alguna es aplicable no solo a la guerra feroz de otros tiempos, sino hasta la inefable fórmula de vida actual.
Nos hemos imbuido en el contraste de la división humana, pasando desde la descomposición molecular, el átomo y cualquier sistema compuesto, la mente humana no ha sido excepción para los propósitos de la dominación del Poder y su fortaleza. Los grandes centros de “inteligencia”, tienen vigencia desde la creación del poder después de la Primera Guerra Mundial. Países poderosos hoy día, han destinado cantidades inconmensurables en el gasto de esa inteligencia para preservar intereses de cultura y seguridad de sus proyectos de desarrollo. Todo ha estado creado en función a esa estrategia de “conocerse así mismo y conoce a tu enemigo”, también creada por el filósofo Tsu; fórmula infalible del poder único.
Esta lucha visceral por la destrucción y avance, son pilares de sistemas que confían en su particular forma de pensamiento, funcionando con calculo calibrado y al detalle para de esta forma establecerse peremnemente en el poder.
Los últimos 25 años vividos en nuestro país, hemos venido sufriendo los embates de una ideología por demás calculadora y acicalada en procesos superados de la izquierda de comienzos del siglo XX, con leves atisbos de un socialismo sui generis que es y no es. La falta de definición de este paquete ideológico da al traste con un sistema cuyo objetivo ha sido la destrucción de lo que había para no crear sino reedificar lo que hubo, pero sí logrando la destrucción de la mentalidad y pensamiento del venezolano. Hemos pasado de una educación modelo, a un proceso educativo donde no se educa a ningún nivel.
Se sigue el patrón de sumisión a las potencias que controlan el saber, y bajo subterfugios se ha ido utilizando lo malo para dominarnos y empobrecer la crítica y los canales del pensamiento, canjeados por el hambre y la miseria donde una bolsa de comida representa el leiv motiv de la subsistencia. Ha sido un modelo atroz que destruyó la cultura propia y divorció al matrimonio y a la familia con valores invertidos y dejando ver que ser ciudadanos de primera no es acorde con el mejor vivir.
Esta convicción viene ajustada al pensamiento de Hobbes, donde el hombre es lobo de su propia naturaleza. Sin duda es un sistema imbuido allí, donde ese hombre es malo por naturaleza (y vea que si lo son) para preservar su espacio y dominación.
DEBEMOS HACER MÁS, pues si, apenas es el comienzo y para ello la visión de un conjunto de ideas que podemos fomentar como fórmulas del desarrollo sin dejar de lado los postulados de la historia. De allí que lo primero es tener conciencia de quienes somos y quienes hemos sido los venezolanos; pero una visión real y sin sesgamiento politiquero y banal. No se trata de pasear la Espada de Bolívar y tomarse fotos para inundar las redes. Se trata más bien de crear el respeto que merece la memoria del Libertador y todos nuestros antepasados Próceres de la Independencia patria; así su apellido sea Páez o Morillo, Miranda o Santander. Requerimos de una visión real y verás sin inclinaciones subversivas creadas por esa maldad escondida en la manipulación de la historia. DEBEMOS HACER MÁS, si inequívocamente mucho más, que es decirle a la gente qué hay quienes como venezolanos estamos a disposición de lo moral, la ética y el bienestar de la familia, creer en la realidad de un ahora que se determina en el tiempo en pro de la ciudadanía próspera. Volver a mirar nuestras Universidades como Centros de Pensamiento y crítica, donde se vierta la educación de alto nivel y dónde no se regalen títulos ni Doctorados Honoris Causa que ofenden e insultan a la inteligencia y generan ese sinsabor de la adulación y jalabolismo crónico propios de los súbditos ante el Emperador desnudo.
Tenemos mucho por hacer aún, quizás creer en quienes somos y que aún está vigente esa visión de país que tristemente enarbola en este siglo XXI, las mismas infraestructuras deterioradas de la dictadura perezjimenista, y las otras pocas de los gobiernos de la Cuarta; esas sí llevadas a su mínima expresión como plan desquiciado de su destrucción, El Gury, las Petroquímicas, dixit.
HAGAMOS MÁS porque como ciudadanos estamos convocados a serlo; no somos una soberanía banal, somos un país que se mueve y va más allá del pensamiento de Adriano González León en su “País Portátil”; somos una convicción del credo hacia la moral y la honestidad y no esta horda de insensibles corruptos. Toca trabajar en por y en ProCiudadanos para reestablecer en conjunto una idea creadora de pías y que marche a su rumbo en la lealtad del pensamiento y el rigor del esfuerzo. Vamos por ello.