De esta disyuntiva que viene acaeciendo en los últimos tiempos en nuestro país; y de la que pareciera debemos acostumbrarnos, enarbolo la necesidad de que no sea así.
Ver la Ley y saber de ella es a todas luces la primera necesidad de ser un ciudadano. Ejercer ciudadanía sencillamente es eso.
El corrupto, obviamente disfrazado de gran ciudadano conoce la Ley, más ni la ve ni la cumple.
La función primera del Estado, es darnos la garantía constitucional de igualdad ante esa Ley; dixit artículo 21 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; de allí que el imperativo magno conlleva a la máxima de Ulpiano del “suum quique tribuere” (dar a cada quien, lo suyo).
La distorsión que ha venido sufriendo el Derecho venezolano, por decir igual, el Estado de Derecho; a mi parecer arranca cuando se desnaturaliza la hermenéutica de la institución de la “cosa juzgada”. Fundamento necesario para la certeza y seguridad del Derecho.
Se ha querido mezclar valores de “justicia”, (así en minúscula) para tratar de dar algún argumento que sustente tal fatalidad. Las instituciones del Derecho nacen a la luz de la Justicia (con mayúscula) y del debido proceso; pero dentro del plano de igualdad ante la Ley. Empero, no se puede ser igual cuando el Estado con su ius Imperium, impone decisiones judiciales desde su Poder Ejecutivo, rememorando sistemas autocráticos o dictatoriales. Es un hacer esto porque es así y yo lo mando.
A la par de esto, no se puede ser igual ante la Ley, cuando todo un sistema corroído impone prebendas y corrupción de funcionarios (no todos, una minoría suficiente para dañar), que hacen que el ciudadano común, no tenga ni respuesta oportuna ni menos aún solución a su conflicto.
Hay especialistas ahora en el lobby con determinados funcionarios de la justicia para obtener estas soluciones. Anteriormente éramos llamados abogados, ahora hemos sido reducidos a aceptar imposiciones y mecanismos distintos al Derecho para la solución a los clientes.
Este entramado panorama, ha permitido que cualquiera ahora sea abogado o más aún Doctor, como así les gusta autodenominarse a un grupo de insignes colegas; un poco cumpliendo un sueño ante una Casa de Estudios vacía de pensamiento ético y moral que avale tal ejercicio profesional.
Ha quedado atrás la profundidad del estudio, la sagacidad de la estrategia procesal; la inteligencia de la combinación entre la doctrina, la jurisprudencia y la Ley.
Los actores mayores del sistema de justicia; hemos contribuido a los estados híbridos de un proceso incomprensible y profundamente ambiguo. Kafka tendría un nuevo guion para perfilar una nueva obra ante realidades evidentes.
Estamos a las puertas de una nueva designación y constitución de un “nuevo” TSJ. Las expectativas son las mismas. Una ardua tarea para un compromiso ante el país. Habrá que esperar quienes son, es decir sus nombres, porque su ideología debe estar clara e inequívocamente sumada al factor político gobernante.
Una simple lavada de cara ante el mundo, un telón que se levanta para una nueva obra de Azorin.
Lejos queda la reestructuración necesaria sobre la base proba de funcionarios competentes, aunque siempre hay quienes pueden VER LA LEY.
De otra parte, la Justicia duerme en su espera en las caras indeterminadas de los privados de libertad; de esas familias que luchan día a día contra la adversidad de la pobreza, la desesperanza y el trato inhumano por esa condición social. Esta justicia castiga al pobre, al que tiene el cuello sucio y no blanco; es ejemplarizante contra quien no esté favorecido por el manto de protección política. De suyo, el haber faltado al cumplimiento de la Ley, es requisito curricular para los más de funcionarios acreditados en diferentes cargos de importancia actualmente. La moral está reñida con este sistema impuesto. Es una comedia inversa a la forma y al cumplimiento mínimo de los deberes.
Los valores patrios a la Bandera Nacional, nuestro Himno Nacional y el Escudo de la Patria, han ido cediendo ante esta avasallante descomposición. Son simples efemérides al igual que ver las estatuas de Bolívar manchadas de grafitis en algunas plazas del país. Allí van cayendo las formas de la cultura nacionalista, como roídas en la última hora del ocaso.
No hay tiempos de espera, hay que encender las luces ante la oscuridad impuesta. Desentrañar el velo de la ignorancia y asumir la dirección necesaria. Mientras nuestros gobernantes sigan siendo cómplices entre sí y ciegos ante la Ley; no tendremos posibilidad de verla. Vayamos a Ley, que brille la Justicia.

Rafael García

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