
Narra un pequeño evento cotidiano en el que una familia típica al momento del desayuno, la madre colocó el café cerca de la punta de la mesa donde estaba el marido, la adolescente hija en un descuido y sin querer rozó la taza haciendo que el café se derramara en la camisa del papá; éste al observar la mancha cargó con palabras duras y fuertes contra la hija acusándola de falta de cuidado y que por su culpa tendría que cambiarse, generando toda una atmósfera incómoda ante el reclamo hecho, sin que existiera una actitud conciliadora en ningún sentido. Esto hizo que ella se fuera sin desayunar y que generara un retraso en la entrada a su colegio, ya que su papá no la llevó en su carro sino que se fue por sus medios; tal circunstancia acarreó que no la dejaran entrar y más aún, la pérdida de un importante examen de cierre de lapso, sin el cual era imposible aprobar la materia (obvio, este relato es de cuando los hijos de verdad iban a la escuela o liceo a estudiar y si no pasaban el examen pues eran aplazados; no como ahora que si van o no, pues es lo mismo porque al final igualmente si han estudiado o no, pues también pasan la materia). Continuando con el relato; el padre se fue a su trabajo, mientras su mujer también estaba molesta por considerar que había sido desproporcionada la actitud del marido por lo ocurrido, al punto de no despedirse de su marido ese día. En el trayecto al trabajo, el hombre pensó que debió haber sido menos agresivo y algo más de comprensivo en su reacción, total eso le pasa a cualquiera y al final la situación siempre iba a ser, pues cambiarse la camisa. Pensó que debió haber solo dicho a su hija que tuviera más cuidado y que en definitiva no había pasado nada y de esa manera ella habría venido con él y no estaría molesta al igual que su mamá, por lo que consideró que en la cena hablaría con ellas y trataría de pedir una disculpa por lo ocurrido. Una vez llegado a su trabajo y cuando se disponía a comenzar a trabajar, le sobrevino un infarto y murió. Esta narración encierra un día a día dentro de la cotidianidad de mucha gente. Cuantas veces por una actitud de agresividad se nos van momentos sencillos que transformamos en difíciles y hasta traumáticos. Allí en ese relato vemos cómo un ser querido se va sin haber podido demostrar antes esa cordialidad de afectos y cariños propios de un día nuevo, todo lo cual por un café derramado culminó en esta trágica pero verosímil historia. Cuantas veces nos enfurecemos sin necesidad y creemos tener la razón de las cosas hasta que luego nos damos cuenta que no es así. En verdad pensamos en nuestra paz? En verdad nos ponemos a meditar aunque sea un momento sobre lo que es más importante antes de actuar o responder con agresiones a otros seres queridos o simplemente a otras personas?
La percepción de la violencia hoy en día está a flor de piel. Un sinnúmero de situaciones nos roban solapadamente la paz y la tranquilidad, sin darnos cuenta que la solución está a la vista.
Hay situaciones en las que solo actuar como correctamente es debido, pues nos da la tranquilidad que supone el equilibrio de la verdad. Reconocer nuestras culpas en su momento, pues es algo tremendamente importante; nos hace personas distintas y necesarias, con lo que a pesar de que algo ocurra sin nuestra intención pueda generar mas culpa o más recargo a una simple decisión. Porque el centro de esta forma desaforada en las que nos han sumido este cúmulo de circunstancias exógenas nos atan a lo endógeno de cada uno de nosotros. Hoy en día requerimos de mayores fortalezas que nos liberen hacia la verdad y hacia actitudes cónsonas con el buen derecho.
Actitudes que han ido quedando en el olvido como la “palabra”, el deber ser, el cumplimiento de los deberes y los valores ciudadanos, nos llevan a una vida sencilla y práctica, en la que podemos ser los dueños absolutos de las decisiones adecuadas. De allí que lo contrario impone el imperio de la decepción y el vacío de ser personas mal humoradas con las que nadie quisiera encontrarse. Personas que ante un semáforo avasallan al que está delante para que se mueva estando la luz en rojo, o sino pues igual no se detienen, personas en las que llegar temprano, estudiar y tener una actitud positiva, es un cargo que no pueden cumplir. Te invito a valorar esos instantes en los que creemos que el tiempo es eterno y que es nuestro, te invito a la reflexión de ser mejores ciudadanos de un país que merece eso desde hace rato, ir cambiando esa fórmula que hasta ahora nos ha sumido en la arbitrariedad de pocos y la sumisión de muchos, ser mejores ante nuestros hijos y familias, apoyando ideas o simplemente escuchando lo que nos quieren decir. Aportando trabajo y esfuerzo con la disciplina y el conocimiento de que todo es posible. Inspiremos a nuestros familiares, amigos, vecinos, hermanos todos, conspiremos para que el ejemplo y el decoro sean el vértice del mayor de los logros más allá de lo material. Recordemos lo que decía un matemático en la sumatoria del valor de una persona, si esta no tenían moral ni ética, pues entonces todo lo demás no existe.
Rafael García González. 30/06/23
