De entre tantas historias que ocurren a diario en las ciudades hermanas Acarigua-Araure y como se si se tratase de «La Tierra de Mitos y Leyendas», un productor portugueseño tuvo que expulsar de su finca, a dos «brujos» que practicaban su actividad «a pata é mingo», de 200 hectáreas de maíz amarillo, que están a punto de cosecha.
La jocosidad es caracteristica propia de los venezolanos, pero ya no es tan «jocoso», cuando se ponen en riesgo una producción que tiene un costo mínimo de producción de al menos 1.500 dólares por hectáreas, que en este caso se pusieron en riesgo, solo por el hecho de que personas ajenas a la propiedad, practican sus rituales sin importar lo que piensan los demás.
Este es el caso de un productor que está detrás de la redoma de Palo Gordo, en Araure; sus tierras colindan con el urbanismo Llano Lindo y, ciertamente la libertad de culto es un derecho que tiene cada persona a elegir libremente la religión o las creencias que desee profesar, a practicarle individualmente (en privado), o con otras personas (en público), y a cambiar de religión o creencias si así lo desea, !claro está! ese derecho termina, cuando comienza, en el caso del productor, el derecho a la propiedad.
Las creencias de los venezolanos, son muy variadas; y la brujería es una de ellas, incluso se han definido para «el bien y para «el mal», por tanto; solo cabe reflexionar sobre el derecho que tienen las personas en creer en lo que quieren, y los derechos a los personas de cuidar sus intereses, sus bienes y sus cultivos.
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