
El ejercicio de la política vive momentos oscuros y sombríos. El “alacranismo”, práctica de persuasión del régimen, recrudece la escena y venderse al mejor postor se hace común en el día a día. Ante ello, se une un sentimiento de exigencia que pide a gritos mayor integridad, una virtud asequible para cualquier persona.
En este sentido, es importante comprender que la integridad política es la capacidad de obrar con rectitud y limpieza, donde cada acto, en cada momento, se alinea con la honestidad, la franqueza y la justicia. De ese modo, generar a su vez la base para una nueva generación de dirigentes con un estilo político distinto, con respeto por la Norma.
No todo está perdido, indistintamente las acciones individuales (picadas de alacrán) de cada quien, en este momento crucial de la historia contemporánea de Venezuela, considero que es viable desarrollar un ejercicio de la política diferente y apostar a líderes políticos con integridad y firmeza. Para ello, se requiere mucho valor, no morder la manzana de la discordia, no pecar en estos tiempos de soberbia y autosuficiencia, ya que, para propiciar un proceso real de toma de decisiones a la hora de consolidar un proyecto político, no podemos estar envuelto en engaños, fraudes, malversación de fondos, comisiones ilegales y un sin fin de acciones que van en contra de la confianza puesta por el pueblo.
Por consiguiente, la diferencia, demostrar que es posible una política distinta. Y para que sea conocida esa forma distinta de hacer política es necesaria una buena comunicación, pues la integridad de todo líder político se refleja en todo lo que hace y es ahí donde su palabra obtiene mayor valor, logrando que lo que dice sea confiable y como reflejo creamos que cumplirá lo que promete. Así es la política, una generadora de ideas, planes y proyectos, donde la base de todas ellas se llama confianza.
Si uno hace lo que dice, y a su vez, dice lo que hace, eso se llama congruencia, honestidad y transparencia que genera buena reputación y con ella obtiene la tranquilidad necesaria para disponer del tiempo requerido, para llevar a cabo los proyectos políticos. En el quehacer político y en lo personal levantar una sólida reputación es realmente difícil, sin embargo perderla es francamente muy fácil. Más aún cuando la desesperanza, la angustia y desesperación agobian latentemente.
Tener integridad política es el reflejo de saber quién soy, como persona y como político, saber que es lo importante para mí, en función del prójimo, del país, pero teniendo la disposición firme e inequívoca, para mantener las propias convicciones, aun ante presiones contrarias, vengan de donde vengan, dentro y fuera del organismo político a donde se pertenezca. En definitiva, saber decir “no”, por principios, por convicción.
Finalmente, los políticos estamos obligados a ver en la integridad política la vía para empezar a cambiar las cosas, porque como decía Benjamín Franklin “solo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer su errores” y ésta (la integridad política) debe ser la que nos ayude a argumentar nuestras ideas y defender el compromiso que como agentes al servicio de la sociedad debemos asumir con dignidad.
Edgar Rivero CI: 12.448.462[email protected]