
Probablemente fue una promesa hecha al Dios Todo Poderoso, cuando cada semilla de maíz era plantada con su cosechadora recién reparada, ¡Dios si me Ayudas! Yo ayudo. Largas horas de trajinar con la falta diésel, con los costosos repuestos, largas horas analizando quien le daba el mejor financiamiento, pensando qué semilla era mejor para su tierra, cómo hacer para pagarle a sus obreros, mientras veía a los hijos de ellos, con la lipa llena de lombrices, descalzos.
¡Pum! Explotó un caucho del tractor; sentado en una piedra, queriendo desistir de seguir sembrando, porque la plata, ya había acabado.
De pronto, la lluvia empezó a caer; y en los rostros de esos niños, vio la luz, la esperanza de una Venezuela mejor, eso lo animó, fue pa´quel musiú, y sacó un fiado que lo endeudó más (…); se tragó el humo del tractor y prosiguió con la faena, ¡sembró!;
Agua y más agua se vino; se inundó sus siembra a los 30 días; ¡carajo no hay urea! Exclamó, pero una vez más; sus fuerzas se vieron rehabilitadas cuando rayó el sol de la sabana y se imaginó a un Pedro Camejo cabalgando, hacia al taita Páez, ¡Mi General, vengo a decirte que me voy, porque estoy muerto!
Y es que es tal la nobleza de los hombres de esta tierra, que así se crio Jaime Antonio Rodríguez; y hoy, comparte no lo que le sobra, sino lo poco que tiene.
Es así que buscó el apoyo del pueblo de Espinital, en el municipio que lleva el nombre del Centauro de los Llanos; su Consejo Comunal y jefes de calle, averiguó cuantos eran y hasta el padre de las parroquias San Francisco Javier e Inmaculada Concepción, Jesús Rafael Rivas, se puso en la tarea.
534 familias se llevaron su saco de jojoto, pero además el pueblo se animó y 60 de ellos, fueron para hacer cachapas “pal gentío”, don pedro sacó la lecha de sus vaquitas y preparó un queso llanero, don juan puso la mantequilla, las mujeres hicieron las cachapas y sancocho llanero de una pierna de una vaca que el mismo Jaime Antonio Rodríguez trajo, ¡Yo pongo la yuca! dijo don Chema, Bonifacio regaló las ahuyamas y así; hasta para las telas de los vestidos salió para que las niñas hicieran el baile.
¡Todo se Puede! Nos contó Jaime Antonio, lo que hace falta es querer hacerlo, regalar 2 hectáreas de jojotos no es nada comparado con la la satisfacción de llegar a su casa, sentarse en su mesa, mirar a su esposa y sus hijos y saber que ahí, esta Dios. ¡Gracias Jaime Antonio! Muchacho, digno hijo de tus padres.
Édgar Alexander Morales





