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El conquistador lusitano debe haberse impactado con el Zazaribacoa que lucía imponente y caudaloso, que levantando la bandera del imperio español, ordena desde la meseta de las estribaciones de la larga cordillera andina, fundar la Ciudad del Espíritu Santo del Valle de San Juan de Guanaguanare, por las gaviotas que libres, vigilaban al majestuoso río.

Pasaron 61 años, entre alzamientos indígenas que impedían el asentamiento extranjero en Mesa de Cavacas, hasta que la Virgen María, morena en trono rústico, descendió para exhortar a la familia originaria que fueran donde los blancos a que les echaran el agua en la cabeza. La devoción nacional convierte a Nuestra Señora de Coromoto en la Patrona de todos los venezolanos. Poco a poco se fue convirtiendo en la quinta ciudad de la época colonial, por su ubicación estratégica al comienzo del llano, sus dos cursos fluviales que la hacían la Mesopotamia llanera y la riqueza agropecuaria.

Casi dos siglos después nace el que le daría el perfil a futuro de la ciudad. Un sacerdote que tenía pensamiento propio, que así pedía la independencia de su nación, le exigía al Libertador respeto a la vida de ciudadanos españoles enfrentando el pavoroso decreto de Guerra a Muerte, que era una respuesta a la brutal devastación española en nuestras tierras. Y se empeñó en pedirle a Bolívar una institución que nació en 1825, el primer centro de educación media y gratuita en Venezuela, nuestro Liceo “José Vicente de Unda”. No la pudo acabar la guerra ni el incendiario Ezequiel Zamora que la odiaba por goda y por alzada. Ni el paludismo ni el olvido central. Se levantaba con Gabaldón contra Gómez, contra Pérez Jiménez y sus montañas fueron cobijo de sueños justos, que décadas más tarde, en su nombre estafaron a todo un país.

La democracia la tomó en cuenta para la reforma agraria, para convertir al estado, del cual es capital, en Granero de Venezuela y en eje agroindustrial con la vanguardia dirigencial, la feracidad de sus tierras y el trabajo creador de propios y extraños. Y para rematar su importancia, el pueblo venezolano le construyó un hermoso Santuario a su Virgen morena, que aunque no se ha terminado aún, fue bendecido por el peregrino que le dio un vuelco a la Iglesia, derrumbando muros y fabricando esperanzas: Juan Pablo II.

Pero nos cayeron las diez plagas de Egipto. Llegó el letal socialismo del siglo XXI. Y este pueblo, que como decía Alí Primera, parece una canción mansa, pero que tiene en su epidermis, en su sangre, condición contestaría. Poco le han hecho a la ciudad que arriba este 3 de noviembre a sus primeros 430 años. Prometieron villas y castillas y se hundieron en la voracidad de la riqueza fácil, producto de la corrupción. Se olvidaron de los barrios y sus aspiraciones. Estamos sobre un mar de agua y vivimos en sed secular. Tenemos represa y no podemos producir un mísero kilovatio que nos quite esta oscuridad. Tenemos gas y por orden del difunto, lo envían para Barinas. Tenemos zona protectora, a la que estamos arrasando por falta de gas, lo que agrava el cambio climático y nos calamos los calorones que soportamos.

Se ensañaron con Guanare. Pero la guinda del merengue destructor se llama Oscar Novoa, aunque éste sea la pieza terminal de este calvario. Ni la voz levanta para exigir mejorar los servicios públicos. Se cobran los impuestos más altos de Venezuela, después de Valencia, cuenta que tendrán que rendir los concejales y su capataz. El cementerio municipal es una selva. El vertedero de basura ya ni es, y los desechos sólidos se riegan irresponsablemente en las veredas de carreteras y en zonas verdes. Las promesas de avenidas y calles y el acondicionamiento de su Coliseo se convirtieron en mentiras cotidianas. Los semáforos no sirven y algunos ciegos le dan las gracias porque volvieron a iluminar su barrio, después de 20 años de revolución. Su terminal de pasajeros y su mercado municipal se van deteriorando rápidamente. Su hospital y sus escuelas dan lástima y pena ajena.

Pero este aniversario servirá para ponerle fin a esta pesadilla roja que acabó como las plagas de Egipto con nuestra ciudad. Guanare renacerá como ave fénix para volver a ser faro de luz y progreso. El 21 de noviembre tenemos una oportunidad de oro para que la ciudad de las gaviotas y de su liceo, vuelva a ser lo que una vez escribió Manuel Siso Martínez: “Guanare: Tierra donde encuentra abrigo / todo el que pisa su suelo /. En cada pecho, un amigo / en cada labio un consuelo”. Albricias pido señores, por el cambio. IVÁN COLMENARES 

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