La similitud de la obra del gran García Márquez, “El Coronel no tiene quien le escriba”, con cualquier barrio pobre de nuestras ciudades, nos muestra esa fórmula magistral con la que el bardo escritor supo estampar su sello ante las realidades. En esta novela, distante del realismo mágico que lo llevó al Premio Nobel de Literatura, nos muestra esa parte humana llena de vida y resignación. Ante la realidad de personajes que se inmortalizan en un pueblo que no se nombra; García Márquez, deja abierta esa ventana de que sea cualquier lugar del mundo y quizás con mayor énfasis de su Colombia querida o de nuestra Suramérica. Prueba de ellos, en algunos de sus diálogos omniscientes escribió:
«—Para los europeos América del Sur es un hombre de bigotes, con una guitarra y un revólver —dijo el médico, riendo sobre el periódico-. No entienden el problema».
Con esta descripción alude a esa fórmula de denigración y fobia con la que los europeos nos han mirado siempre.
Esa Suramérica de Bolívar y mantuanos que nos legaron el coraje de las armas y que hoy solo somos vistos como violentos delincuentes.
Venezuela ha vivido en estos últimos diez años, la diáspora inoculada y en esa fantasía del sueño llamado Americano, pero sin darnos cuenta que nos despertamos en América. Una huida hacia mejores condiciones de vida que son el resultado de múltiples errores de una política de Estado en la creación de un sistema con Chávez como líder hacedor de felicidad, pero que enmarcado en la terquedad a veces, y en esa concepcion omnimoda del poder concentrado, se rescató a los invisibles, pero a un precio muy alto, ya que allí comenzaron a morir los sueños de una juventud aguerrida que luego guardo silencio. De un conglomerado social que aprendió consignas que sigue repitiendo ante la barbarie de una economía sin forma pero de capital; donde el pobre cada día es más pobre sin posibilidad de sortear de forma efectiva su situación.
Ante estas discrepancias del líder, poco a poco se fortaleció la filosofía gatopardiana; y más allá de los gatos azules en la oscuridad, se engendraron esperanzas del mejor vivir. Se crearon los sueños de Cadivi, ante un dólar débil controlado que enriqueció a los más fuertes, se debilitó al aparato productivo en todas sus áreas y vimos caer grandes empresas nacionales e internacionales. El petróleo enterró sus fósiles en tuberías que se taparon y martillos que dejaron de minar su empuje. En ese inicio de destrucción se buscaron culpables, se apeló a las sanciones internacionales que obviamente vinieron a agravar la triste historia del Coronel que siempre iba al correo a ver si su jubilación había llegado, y nada, nadie le escribía ni nadie se dio cuenta de su bondad y fe en el futuro. Se quebraban sus años y el olvido trajo sus tiempos sin que ya fuera el actor de esa historia.
Había muerto el líder, y con él lo sueños. Nacía un renacimiento de lo que no nació; una suerte de creer que un nuevo candidato ganador era un nuevo gobierno, sin entender que Lampedusa y sus gatospardos eran los mismo. Pero siempre había que culpar a alguien.
Esto se parece a la declaración del Director de Indeport, Enzo Cavallo, en cuanto a aceptar qué hay sedes deportivas destruidas y que apenas ahora este nuevo gobierno regional en apenas 180 días ha comenzado a recuperar lo que el mismo gobierno destruyó. Tamaña afirmación de echar culpas a quien sea aunque sean los mismos. Parece que la guerra contra el ex gobernador Rafael Calles se acentúa culpándolo de todo lo malo que hay en Portuguesa, o por lo menos todo lo que se destruyó. Sino, pues habrá que preguntarle a la historia. Ella al corto plazo nos está dando la respuesta.

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